La llegada de las órdenes
religiosas

Las órdenes religiosas que
llegaron al Perú tuvieron diferentes métodos para evangelizar a los indígenas:Los
dominicos se caracterizaron por difundir las enseñanzas escolásticas, centrando
la difusión del evangelio a través de colegios y centros superiores de
enseñanza. Uno de los más grandes logros de esta orden fue la creación de la
Universidad de San Marcos en 1551 por Fray Tomas de San Martín. Los dominicos
también pusieron énfasis en el conocimiento de las leguas autóctonas y de las
costumbres locales para una adecuada evangelización. Fruto de esta preocupación
fue el "Lexicon o Vocabulario general del Peru llamado quechua", de
fray Domingo de Santo Tomas publicado en 1560. Esta obra fue un aporte
importantísimo pues ayudó al entendimiento de las formas gramaticales y conceptuales
de los indígenas.
Los dominicos rápidamente
erigieron monasterios por todo el territorio del virreinato peruano, aunque
siempre mantuvieron su línea educativa dedicándose durante todo el virreinato a
la enseñanza de la fe católica.

La orden agustina arribó al Perú
en 1551. Su rápido desenvolvimiento le permitió crecer rápidamente, es por ello
que en menos de diez años tuvo iglesias y conventos en las principales regiones
del virreinato. Abocada al igual que sus pares a la evangelización indígena,
tuvo un papel preponderante en la conversión de los curacas y hombres
principales de los ayllus descendientes de los incas. Uno de los principales
representantes de la orden es sin duda Fray Antonio de Calancha, autor de una
extensa crónica sobre las acciones agustinianas en el virreinato peruano. Los
agustinos fueron una de las órdenes que más se dedicaron a la extirpación de
idolatrías en los Andes. Sobresale en esta labor Alonso Ramos Gavilán, quien
realizó una exhaustiva búsqueda de información sobre los cultos locales y
manifestaciones religiosas andinas.
La orden de la Compañía de
Jesús o Jesuita llegó al virreinato peruano en 1568. Desde su arribo defendió
con energía a los indígenas, obteniendo por ello grandes pleitos con la
administración local. Su labor evangelizadora no solo se centró en los indios
del común, sino también en los descendientes de los principales curacas
incaicos. Es por ello que fundaron en Lima y Cuzco los Colegios Mayores para la
educación de la nobleza andina. Para los jesuitas era importante la educación
de los españoles. Tanto en Lima como en Cuzco fundaron colegios, y en la ciudad
imperial, una universidad.
La lengua nativa no escapó al
conocimiento de los jesuitas. Estudiaron a fondo el quechua y el aymara. Fruto
de ello fue el diccionario de la lengua quechua de Diego Gonzales Holguín,
escrito en 1608 y el "Vocabulario de la lengua aymara" de Ludovico
Bertonio, impreso en 1608. Estos textos fueron de vital importancia para la
labor evangelizadora pues otorgaban herramientas indispensables para el
conocimiento de la lengua local, así como para la correcta interpretación de las
tradiciones orales andinas.

La orden mercedaria arribó al
virreinato peruano en el temprano año de 1534, sin embargo el número de
miembros de la orden no fue significativo en comparación con el número de las
otras órdenes religiosas. Su carácter misionero hizo que la orden mercedaria
llegara a las altas cumbres cordilleranas en búsqueda de indios para
evangelizar. Fueron mercedarios Fray Martín de Murúa, cronista que se dedicó a
la recopilación de la historia del Tahuantinsuyo y autor de la crónica
"Origen y Descendencia de los Incas" y Fray Diego de Porres, misionero
dedicado a la enseñanza de la fe católica, apoyándose en instrumentos nativos
como el quipu.
Evangelización
La labor evangelizadora en el
virreinato peruano empezó el mismo día que los españoles arribaron a estas
tierras y emprendieron su empresa de conquista. La evangelización se dio de
manera paulatina a media que llegaban las órdenes religiosas, pero también con
cierto desorden pues la dispersión de los misioneros impedía una eficaz labor
centralizada. Las primeras acciones importantes de evangelización empezaron
después del primer Concilio Limense en 1551. Las directrices que se tomaron de
la Instrucción, dictada por el arzobispo Loayza en 1545 y corregida en 1549,
imprimen "por primera vez una orientación general que marcaría los
primeros pasos de la iglesia católica nacida en los Andes" (Urbano: 1999,
XXVII). La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que en el acto
debían abandonar las prácticas idolátricas y todas las formas que iban contra
las leyes eclesiásticas y contradecían los mandamientos católicos.
En el segundo Concilio Limense
(1567-1568) se retoma la idea de destruir las huacas y de colocar en su lugar
cruces o levantar una iglesia o ermita (en caso de que la huaca haya sido un
importante lugar de culto). Hay que tener claro que los primeros concilios no
fueron más que intentos o experimentos de pastoral indígena de las distintas órdenes
religiosas que llegaron al Perú. Cada una tenía su propia metodología de
acercarse a los nativos y de adoctrinarlos. Mercedarios, jesuitas, franciscanos
y agustinos evangelizaban de acuerdo a las reglas de su orden, pero teniendo
como telón de fondo los marcos generales de los acuerdos conciliares.
El Tercer Concilio Limense
(1582-1583) marcó un cambio significativo en la evangelización peruana. Al
igual que el ordenamiento que realizó el virrey Toledo en la década de 1570,
este concilio no innovó en materia de juicio sobre las prácticas idolátricas.
Reafirmó lo que los anteriores concilios proclamaron acerca de la forma como
destruir las huacas y extirpar las idolatrías. Lo nuevo fue en materia de
textos y catecismos. Las distintas órdenes debían utilizar los mismos
materiales de enseñanza y adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo
la lengua quechua (y sus variantes), por lo que los diccionarios como los de
Ludovico Bertonio (1612) y Diego González Holguín (1608) fueron fundamentales
en la labor evangelizadora. El lenguaje utilizado fue revisado exhaustivamente
para evitar cualquier malinterpretación de la religión. Los jesuitas fueron los
más entusiastas con esta nueva metodología de evangelización debido a que el
catecismo era una de sus principales virtudes. Los libros mayormente
utilizados: Doctrina Cristiana y Catecismo para la instrucción de Indios;
Confesionario para los curas de Indios, Tercero Catecismo y Exposición de la
doctrina cristiana por sermones. Durante la primera década del siglo XVII la
labor evangelizadora fue grande e intensa y, debido a que muchos de los pueblos
andinos ya habian sido "reducidos" en las rancherías pertenecientes a
una parroquia aledaña, se pensó que la totalidad de los cultos prehispánicos
habían sido eliminados.
Sin embargo, varias denuncias
acerca de la pervivencia de ritos paganos disfrazados de signos cristianos
escandalizaron a la iglesia limeña que no dudó en realizar una gran campaña de
extirpación por toda la sierra de Huarochirí, liderada por Francisco de Ávila.
Se suele dividir las campañas de extirpación del siglo XVII en tres momentos:
la llevada a cabo por Ávila entre 1609 y 1619; la de Gonzalo de Ocampo entre
1625 y 1626; y la última realizada por el Arzobispo Pedro de Villagomez entre
1641 y 1671.
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